Comentario
En el nivel I de San Omobono celebraba sus ritos allá por los años 620-610 una cofradía religiosa que no tenía otra seña de identidad que una ara a cielo abierto junto a la que apareció una inscripción etrusca arcaica. No había entonces templo edificado, pero éste no tardaría en llegar. Es más, a poco de construido, un generoso donante, al que tal vez Varrón no tuviese inconveniente en identificar con el rey Servio Tulio, amplió el podio y renovó la decoración de terracota (friso de divinidades en carros, un Hércules, un dios con armadura, todo ello hoy en el Antiquarium Comunale). A fines del siglo VI, en medio de la represión desatada contra los lugares de culto patrocinados por los reyes etruscos, el edificio fue demolido y el lugar abandonado. Hubieron de pasar dos siglos para que Camilo, tras la toma de Veyes (396 a. C.) levantase allí mismo los templos gemelos de Fortuna y Mater Matuta, tuscánicos ambos, que el pueblo creería más tarde fundados por Servio Tulio.
La violenta reacción de la aristocracia romana contra los templos etruscos se explica por su resistencia a concebir los dioses como seres antropomorfos, como lo hacían los griegos y los cultos etruscos. Además, y a diferencia también de éstos, los romanos de entonces consideraban dañina la visión y la presencia de la divinidad; ellos concibieron siempre a sus dioses ancestrales en formas no figurativas: los penates eran la despensa (penus); los lares, el predio (en plural y circunloquio por temor al nombre propio); los manes (los buenos), los muertos. Tampoco éstos y otros muchos (lanas, Genius, tuno, Tellus) son dioses de la comunidad, sino de la gens, la gran familia, si bien transferibles al Estado cuando éste se conciba como la ampliación de una casa. Entonces, sí, habrá un Genius populi Romani, un Genius Senatus, un Genius Augusti. Los cultos comunales propiamente dichos son de dioses tópicos, de ríos (Tíber), montes (Pales, de Palatinus; Quirinus, de Quirinalis). Una población de campesinos, que era al mismo tiempo ejército, invocaba unas veces a sus dioses en su acepción agrícola y otras en la bélica y política: Marte era la naturaleza silvestre en las danzas agrarias de los Salios, pero también la guerra en los ritos marciales del armilustrium. Júpiter era el tiempo atmosférico del calendario agrícola y también el supremo tutor de la Res pública.
La inscripción etrusca antes aludida se encuentra en el fragmento de un vaso de impasto portador del graffitto uquus, en grafía y fonética de Etruria meridional. Aparte de ser la inscripción etrusca más antigua hallada en Roma, es curiosa por ofrecer el nombre del príncipe Aucnus/Ocnus, fundador legendario de Perusa, y de las ciudades de la Etruria padana, entre ellas Mantua, la patria de Virgilio. Ocnus era, según el poeta, hijo del Tíber y de la fatídica Mantas, cuyo nombre dio a su fundador de Mantua (Eneida, X, 198 ss.).